Este estudio realizado por la Unidad de Investigación en Pediatría, Nutrición y Desarrollo Humano de la URV, ha demostrado que consumir leche artificial con un alto contenido proteico durante el primer año de vida tiene efectos sobre la función cardíaca que ya se hacen evidentes cuando el niño tiene sólo dos años, debido al sobrepeso derivado de este tipo de alimentación.
El informe, en el que han participado los investigadores de la Unidad de Investigación en Pediatría, Nutrición y Desarrollo Humano, que pertenece al Departamento de Medicina y Cirugía de la URV, Rosa Collell, Joaquín Escribano y Ricardo Closa, evaluó los efectos de diferentes tipos de leche en 141 niños durante el primer año de vida. Un grupo de 50 niños tomaron leche con alto contenido proteico (2 g/100 ml diarios en la leches de inicio y 3 g/100 ml en la de continuación). Otro grupo de 47 niños consumió leche de fórmula con bajo contenido proteico (1 g/100 ml al día en la leche de inicio y 1,5 g/100 ml en la de continuación). En el estudio también intervino un grupo control de 44 niños que se alimentaron de leche materna (que se asimila a la leche con bajos niveles de proteína).
Durante el segundo año de vida, a los niños se les hizo una ecocardiografía de control para observar, por un lado, la masa cardíaca y, por otro, la función del corazón. Aunque la masa cardíaca no presentó cambios significativos, sí se vieron diferencias en la función cardíaca. Aquellos niños que durante el primer año de vida habían tomado leche con más proteínas tenían un índice de masa corporal (IMC) más elevado y, por tanto, una sobrecarga cardiaca respecto a los niños alimentados con leche con menos proteínas y leche materna. “Si el niño pesa más, el corazón trabaja más y bombea más sangre. Si esto se mantiene a lo largo del tiempo, el corazón podría sufrir una sobrecarga y tener más riesgo de hipertrofia, y eso no es saludable”, afirma el doctor Escribano, uno de los coordinadores del estudio. Entre los niños que formaron parte de este trabajo no se detectaron casos de obesidad porque sólo tenían dos años, aunque el incremento detectado en la función cardíaca “nos hace tener una idea de lo que puede pasar más adelante”, afirma Escribano. “Tendremos que ver si esta sobrecarga funcional se traduce en una hipertrofia cardíaca”, añade.
Proyecto europeo
Esta investigación, publicada en la revista científica Pediatric Research, forma parte del Proyecto de la obesidad infantil (CHOP), del Proyecto de programación de nutrición Temprana (EARNEST) y del Proyecto sobre efectos de la nutrición temprana en la salud a largo plazo (Early Nutrition). Se trata de tres proyectos del V, VI y VII Programa marco europeo, en el que participa la Unidad de Investigación en Pediatría, Nutrición y Desarrollo Humano de la URV.
La importancia de este estudio radica en los efectos positivos que un pequeño cambio en la alimentación de los niños durante el primer año puede tener en la vida futura. “Es una modificación muy fácil y económica de hacer, porque evitando el sobrepeso del niño proteges su salud cardiovascular, tienen menos peso y, por tanto, menos sobrecarga en el corazón y menos riesgo, a la larga, de sufrir un infarto de miocardio”, afirma Escribano.
Referencia bibliográfica: Collell R , Closa-Monasterolo R , Ferré N , Luque V , Koletzko B , Grote V , Janas R , Verduci E , Escribano J (2016) Higher protein intake increases cardiac function parameters in healthy children: metabolic programming by infant nutrition-secondary analysis from a clinical trial. Pediatric Research. doi: 10.1038/pr.2016.30