El Col·legi de Metges de Tarragona lamenta profundament la seva mort. La Junta de Govern del COMT vol transmetre el seu condol als familiars i amics.

Alberto Barbod Abad nació el 15 de noviembre de 1943 en Zaragoza. Hijo mediano de tres hermanos, su padre se dedicaba a la elaboración y comercialización de vinos procedentes de sus viñedos en el Campo de Cariñena (felices años de infancia cuyos veranos en el pueblo de Aguarón serán de modo recurrente evocados a través de toda su vida). Alberto tiene 13 años cuando su padre fallece súbitamente. Se abre entonces un tiempo progresivamente esforzado en el que la evolución del patrimonio familiar llega a requerir de su atención en la etapa de joven estudiante y adulto. Es por ello que, tras culminar la carrera de Medicina, ciencia a la que consagraría su vida, transcurren aún dos años antes de incorporarse al mundo laboral y al ejercicio de esta profesión.

Tras llegarle la noticia de que en el Hospital Joan XXIII de Tarragona se había abierto una plaza, se traslada a esta ciudad y en 1970 inicia su ejercicio profesional como médico residente en el Servicio de Medicina Interna de ese centro hospitalario, adscribiéndose dos años después al Servicio de Radiología General.

En 1971, ya con un trabajo estable, se casa con Ángeles Viñes Quiroga, a quien conoció en su época de estudiante universitario y con la que mantuvo un noviazgo de cuatro años marcado por la distancia -él estudiaba en Zaragoza y ella estudiaba y vivía en Madrid- y las innumerables cartas que se escribieron. Fruto de ese amor que creció año tras año fueron los tres hijos que tuvo el matrimonio.

Ya en 1972 Alberto se incorpora al Servicio de Radiología, se entrega con pasión a la medicina y, en un irrenunciable interés por ampliar su formación y como iniciativa personal (que no del servicio al que estaba adscrito en el hospital), asiste a simposiums y congresos, llegando a tener noticias de la innovadora Radiología Vascular Intervencionista, la cual, partiendo de la ya cimentada Angiografía, amplía el desarrollo de las posibilidades diagnósticas y terapéuticas.

Gracias a su empeño personal en mejorar cada día y en estar a la vanguardia de los avances que van surgiendo, logra, en 1976, que la dirección del hospital le envíe, en comisión de servicios y para continuar formándose, durante tres meses al servicio de Angiología de la ciudad sanitaria Vall d’Hebron, en Barcelona.

Posteriormente, ya en los años 80, es constante su participación activa en los congresos de esta nueva especialidad, organizando en su servicio, la finalmente también lograda sala DIVAS (Digital Intra Vascular Angiography Substraction), encuentros con colegas con el objetivo de poner en común conocimientos y compartir técnicas, avances y metodologías. También organiza sesiones en el Col·legi Oficial de Metges de Tarragona.

Son años trascendentales en los que, por el exponencial avance que experimenta la tecnología, se perfilan ámbitos antes no soñados: implantación de prótesis de aorta y una pluralidad de variables de endoprótesis, hoy en día ya totalmente normalizadas, pero todo un hito en aquella época; prácticas percutáneas de embolización transcatéter, tratando múltiples problemas vasculares de tránsito y/o localización orgánica, optimizando o incluso evitando la posterior cirugía programada. Contó en esta etapa con la confianza depositada en él por el Dr. Luengo, jefe del Servicio de Cirugía General.

Como suele suceder siempre que surge una técnica novedosa, la inicial y no breve colisión por parte de la cirugía vascular fue inevitable y se generó un periodo (también reflejado en una dinámica de polémica en los congresos) de un instintivo y lógico énfasis en conservar el propio criterio de bisturí operativo, en detrimento del innovador catéter.

No obstante, pronto a la Sala DIVAS del Dr. Barbod llegan los jóvenes médicos del servicio de Cirugía Vascular del Hospital Joan XXIII, a fin de recibir formación en estas técnicas alternativas y en la forma de llevarlas a la práctica. En esta labor merece una especial mención la Dra. Calilocs, brillante y muy comprometida, con la que Alberto cimentó una extraordinaria amistad que perdura a nivel familiar y que en el desarrollo de la enfermedad del Dr. Barbod, paciente tan activo como estoico, se convirtió en un entrañable y fundamental apoyo.

Alberto Barbod nunca dejó de estudiar ni de tener la mente abierta a los avances que se producían en el campo de la medicina, una formación largamente ejercitada, peleada y sostenida en hondura personal y compromiso asumido que tuvo que procurarse por propia iniciativa y esfuerzos de toda índole. Sin embargo, a pesar de todos aquellos sacrificios, o precisamente por ello, se mostró muy generoso a la hora de transmitir sus conocimientos, lo que hacía con gran pasión, bien mediante su labor docente, ejercida en los años setenta y ochenta impartiendo la asignatura de Anatomía Radiológica en la Facultad de Medicina de Reus, bien con sus residentes, a quienes, ya en calidad de jefe de sección y jefe de servicio en funciones, se esmeró en propiciarles ámbitos de formación.

Alberto Barbod se jubiló en 2008, aunque luego continuó un tiempo trabajando en la Policlínica de El Vendrell y en la Xarxa Santa Tecla, lugares en los que pudo brindar su gran formación en el amplio espectro de diagnóstico por imagen: TAC, ECO y resonancia magnética. Ejerció siempre su profesión con dedicación plena y gran empatía hacia los pacientes, consciente de que cada uno de ellos era único y, como tal, merecía un trato a su medida. Fruto de esta entrega y de esta atención personalizada son las numerosas cartas de cariño que recibió de pacientes agradecidos.    

Alberto encontró un alivio a las tensiones laborales en el ejercicio físico, en la práctica del tenis y en las pruebas de maratón y media maratón que corrió, unas carreras que disfrutó con ese espíritu deportivo tan intrínseco a su carácter y que le permitían, en la soledad del corredor de fondo, reencontrarse consigo mismo.

Fallecido el 7 de julio de 2025, el Dr. Barbod deja una profunda huella de maestría profesional y humana entre algunos de sus colegas, como los doctores Massot y Vicente, así como entre sus grandes amigos y, sobre todo, en su familia y en todos quienes tuvieron la fortuna de compartir con él y de recibir tanto sus sabias palabras como los para él indispensables, valiosos y siempre expresivos silencios.

Por Álex Saldaña


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