Hace conocimos el fallecimiento del doctor Ignasi Sanpera, todo un referente en el mundo de la medicina y la traumatología en el Camp de Tarragona. El doctor Josep Giné ha escrito este artículo para acercarnos la figura de este profesional haciendo un viaje en el tiempo.

 

Como conocí al Dr. Sanpera

Era el mes de noviembre de 1971, había finalizado mi servicio militar en África e iba por el mundo buscando trabajo. Quería ser traumatólogo… De hecho, había dejado Zaragoza donde había estudiado la licenciatura y era profesor no numerario (PNN) de Anatomía.

El catedrático me ofreció prepararme para la cátedra, pero … tenía que renunciar a hacer de médico. Agradecí y rechacé el ofrecimiento. Quería ser traumatólogo! El entrañable Dr. Gómez Beltrán, alias Plómez, traumatólogo y compañero de cátedra, me recomendó (con una carta de presentación) y me personé en el hospital del Sagrado Corazón de Barcelona.

De entrada, me ofrecieron una plaza de residente asistencial con un sueldo de 10.000 pesetas al mes. Allí se me acercó un señor mayor y me dijo: “¿De dónde eres niño?” – De Tarragona, le contesté. “Pues mira, si te quedas aquí, hasta los 40 años no tocarás un bisturí, y nuestro jefe de servicio, ha enviado a uno de sus hijos a hacer la especialidad en Tarragona. Ves allí y habla con el Dr. Sanpera, seguro que la próxima semana utilizarás el cuchillo “.

Dicho y hecho, en Tarragona se había quedado una plaza de residente asistencial (pre-mir) de traumatología, y me la ofrecieron. 1.500 pesetas de sueldo al mes y en pensión completa en el hospital. No me dieron ningún cuchillo, pero todo fue empezar … Eran tiempos en los que no había médicos. En casa de los padres vinieron toda una serie de alcaldes de pueblos de alrededor ofreciendo dinero, casa, despacho, “sólo era necesario que durmiera en el pueblo” y “que pasara una tarde a la semana en el dispensario. El chef no me lo permitió. “Para ser traumatólogo -decía- debes dedicar en cuerpo y alma a la especialidad.”

Al día siguiente en salir del trabajo, nos convocaron en la casa del chef a hacer una sesión clínica. Me encogí como una pasa. Se pusieron todos a discutir técnicas para operar un juanete! y en inglés! La mayor parte de la conversación yo no entendía nada. Como era posible que una enfermedad como un juanete, fuera motivo de tantas técnicas y tantas opiniones contrapuestas! “Donde te has puesto Pep”, pensaba yo.

Cuando no se hablaba inglés, se hablaba castellano. Nadie hablaba catalán, ni el chef. Pensé que eso se tenía que cambiar.

En la clínica, me encontré con lo que yo consideraba un cierto desorden. Allí todo el mundo discutía sobre patología o técnicas quirúrgicas a todas horas y si avisaban que había un paciente en la sala de operaciones para operar … se discutían sobre quién se hacía cargo. Al rato llamaban de los dispensarios diciendo que el público se quejaba … Más discusiones, “que si yo fui ayer, que si tú no vas nunca”. Y la planta podía no haberla revisado nadie. Aquí sí, que a la semana y a codazos, ya me me hice un pequeño espacio.

Montamos dos equipos, el blanco y el rojo (más tarde se cambiaron por A y B). Un jefe clínico y un adjunto por equipo (no era necesario que la gente tuviera la titulación, con tener la categoría personal bastaba). Y así me fui haciendo un sitio. Al cabo de un mes, ya me veían. Al cabo de tres meses, ya era uno de la pandilla. Tiempo de cenas y campeonatos de tenis, olimpiadas de albóndigas y de sardinas escabechadas … Tiempo muy felices y, ah, ya empezamos a hablar un poco en catalán!

 

Una tarde de charla

Una tarde de verano, operábamos en el hospital de la Cruz Roja de Tarragona. Entre intervenciones, había todo un grupo de cirujanos de distintas especialidades charlando entre ellos. El Dr. Sanpera, con las gafas deslizadas más allá de media nariz, exprimía un diario todo enfrascado en la lectura. La conversación derivó en que haríamos si nos tocara el gordo de la lotería? Uno opinaba que montaría una clínica para él solo, el otro haría una estancia en hospitales de toda América alquilando un camión roulotte, otro tomaría un año sabático para aprender técnicas quirúrgicas modernas de su especialidad…

A todo ello se lo preguntaron a Ignasi y ¿sabéis que contestó al levantar los ojos del diario? “Yo pondría el despertador media hora antes”. ¿Por qué, le preguntaron? “Para tener media hora más al día para no hacer absolutamente nada.” Contestó. Aún reímos ahora …

 

Un objetivo común

Formamos, en las décadas de los 70 y los 80, un equipo técnico competitivo al máximo nivel y con la defensa de la sanidad pública de una manera encarnizada.

El Dr. Sanpera estaba detrás, estimulante y controlando. Cuando hacíamos algo que no le parecía perfecto, nos gritaba. Recuerdo una vez que, en una guardia, siendo yo residente atendí a un paciente con una fractura espiroidea abierta de grado 3 de tibia. La traté con una osteosíntesis con un único tornillo y un yeso. Al día siguiente me cayó una bronca de campeonato. “Uno de los principios de la osteosíntesis es la estabilidad!” decía todo gritándome.

Nos sumamos al mundo de la osteosíntesis AO, entonces acabada de organizar. Había compañeros formados en Gran Bretaña y otros en Alemania, Francia, Austria y Suiza. Tiramos de amistades y nos pudimos meter a todas las sociedades más importantes del mundo. Esto, en aquella época, no lo había hecho prácticamente nadie. Nos pusimos a investigar y colaborar en las investigaciones y la búsqueda internacional y pudimos participar en congresos y cursos.

En la década de los 90 y de los dos mil, nos estabilizamos haciendo una cirugía muy avanzada y de una calidad extraordinaria. A mí me tocó hacer el relevo en 1994, cuando se jubiló el chef.

Hemos podido hacer innumerables colaboraciones a la ciencia traumatológica y muchas investigaciones personales sin ninguna ayuda institucional. Hemos llevado adelante una decena de tesis doctorales fundamentalmente de investigación básica, otros de investigación clínica e, incluso, sobre arqueología con una aleación estratégica con la Universidad Rovira i Virgili (URV), el Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), con la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) y con el Museo Arqueológico Nacional de Tarragona (MNAT). Organizamos toda una serie de Cursos y congresos en Tarragona.

Durante muchos años, impartimos la docencia de Anatomía de los estudios de Enfermería que se daban en el Hospital. Hemos colaborado con la Universidad Rovira y Virgili, con la formación de alumnos de 5º curso de la licenciatura de medicina. Hemos impartido las clases teóricas y las prácticas de la asignatura de Medicina y cirugía del aparato locomotor. Hemos hecho cursos en la facultad de Letras sobre Huesos para arqueólogos y hasta incluso, hemos hecho cursos de verano en la URV sobre la muerte durante unos años.
Al servicio, se ha formado varias decenas de residentes, actualmente esparcidos por todo el estado español.

 

Las relaciones institucionales

Este es un capítulo clave y crítico de un equipo de profesionales animados en una tarea complicada y compleja, estudiosos y generosos en el esfuerzo para montar una sanidad pública de altísima calidad.

Hay que decir que los médicos, tenemos una manera de gestionar nuestras decisiones con un discurso demasiado generoso y claramente imposible: “yo haré todo lo necesario para el beneficio de mi paciente” escuchamos por los pasillos. Si retrocedemos en el tiempo, sabremos que una vez, hace muchos años, llegó un muchacho que se llamaba Jordi Pujol en el hospital Nuffiel de Oxford donde trabajaba el Profesor Josep Trueta. Este le dijo: “Llegará un día en que, en lugar de hacer lo que sabemos para mejorar cada paciente, haremos la medicina que podamos pagar.” Desgraciadamente ahora estamos aquí. La medicina tiene un alto coste.

También hay que valorar que hay pocos médicos interesados en la gestión hospitalaria de verdad.

Otro defecto que tenemos es nuestra reticencia al compartir datos de nuestros pacientes para poder realizar estudios con analistas matemáticos. Hoy la investigación camina por aquí y el avance es imparable. Estos días lo estamos observando con el intento de solución para prevenir las infecciones futuras del coronavirus. Además de la ayuda de los epidemiólogos, hasta ahora los únicos imprescindibles para estudiar estos procesos, se ha añadido el de los analistas matemáticos (Big Data…). Quizás todos juntos sumen y nos abran un poco más las posibilidades de avanzar.

En cuanto a las virtudes de los profesionales de la medicina, debo decir que los facultativos, hacen SIEMPRE lo que mejor saben por el paciente. Es excepcional que no lo hagan así. Los médicos, en su mayoría han escogido esta profesión por vocación. Este es el trabajo en el que más se produce este hecho, seguido más lejos, por la docencia.

El hospital Joan XXIII fue residencia de la antigua seguridad social. Durante años, la vivimos dirigida desde Madrid. Con unos problemas de relación muy complicados. Para empezar, teníamos un Director que iba por el mundo con una pistola (y era un buen hombre). Más adelante fuimos “traspasados” a la “Comunidad Autónoma de Cataluña” y aquí se montó el Instituto Catalán de la Salud (ICS) para gobernar los 11 hospitales transferidos. Entendemos que las cosas no se han hecho mayoritariamente bien.

La tradición hospitalaria hace que a los liderazgos los ejerzan a los Líderes. ¿Parece fácil,no? El jefe de Servicio, lo ha estado tradicionalmente por oposición. La mayoría de veces, en un verdadero ejercicio de combate. Forma parte de su tarea profesional, conocer a los pacientes que debe atender y los mecanismos para aliviar o curarles el dolor. Esto produce u choque con los Gestores locales.

Tiene la tendencia a decidir que pacientes y en qué orden son tratados. Es el sistema que les dicta la política, no los problemas de dolor o dificultades que sufren los pacientes y que han de resolver en función de gravedad, el tiempo que lleven pendiente de solución, los tumores. … Tanto es así, que han inventado un modelo de director de Servicio que si en tres meses no hace lo que le dicen, le quitan los galones y lo dejan de médico básico. Como el chiste del dentista. Así es imposible tener libertad de decisiones y hacer las cosas.
Y aquí empieza la rueda … Históricamente, de los gestores directores del ICS ha habido más de perfil de político que de técnico. Cierto que algunos han sido sólidos: Juvell, Rius, Navas, Martínez Ibáñez, Argelagués … pero no ha sido la norma.

En cuanto los Directivos de los hospitales, la mayoría han salido del edificio de Balmes/Gran Vía (sede del ICS) como cargos de Confianza y de la línea política del momento. Y además con un sueldo de miseria.

En Tarragona tenemos, como es sabido, un boyante industria química. Las empresas importantes tenencia tres o cuatro subdirectores pendientes que el jefe flaquee. Bueno, pues cualquiera de estos sería bueno para nosotros … Con un par de inconvenientes: que hay que pagarles adecuadamente y que hay que conocer si el nivel de exigencia que implicaría a los que gobiernan son capaces de Responder a las exigencias de los gerentes profesionales con los que mandan.

 

La mejor sanidad de Europa

Esta es otra historia. ¿La mejor si la comparamos con cuál?

Es necesario que os informe de que en los últimos cincuenta años, no ha habido ningún de año de “vacas gordas”. El discurso siempre ha sido que “no hay dinero”. Siempre ha habido crisis. Siempre, siempre, siempre. Una tras otra. Basta con comparar el PIB que ha destinado todos estos años España a la sanidad y el que han destinado los países europeos.

¿Recortes? Siempre.

Recuerdo todos estos últimos años en los que cuando quería hacer reír al chef, le contaba la historia de la pintura. Os cuento una historia de cotidianidad: Una vez cambiamos de dispensarios. Al llegar observé que había habido goteras y la pintura estaba muy dañada. Pero no, no era sólo eso, debería haber habido inundaciones y los muebles tenían oxidadas las patas de hierro. El resultado fue que las bases de las patas de las sillas y los muebles habían menguado de altura y se habían quedado desnivelados.

Parece fácil, fui a hablar con el Director de servicios generales, amigo desde la infancia, y le pedí socorro por estos hechos. Pasaron meses, se lo recordé decenas de veces. Un buen día, en estar harto de mi insistencia, me contestó: “sabes cuál es el presupuesto de pintura de Juan XXIII? No hay ni un euro “. Cierto que esto no es identificativo de nada, pero marca el talante. Es una gota, pero…

El Servicio Catalán de la Salud, históricamente ha confirmado las carencias y ha hecho planes para años futuros anunciados con carteles en la puerta del hospital. Planes que no se han cumplido. En Tarragona, a menudo hemos visto como Juan XXIII envejecía por todas partes y el furgón con el dinero pasaba de largo por delante de la puerta para ir hacia otro lugar. Varias veces los jefes de servicio hemos tenido que poner el grito en el cielo ante el Consejero del momento. Cierto que con unos resultados pobres. Pero con estos nuevos responsables de servicios interinos las cosas podrían ir mejor? No lo parece.

No es necesario que lo digamos más esto de la mejor sanidad. No es verdad.

 

Conversación ficticia entre Marx y Bakunin

La afición del chef para la filosofía, era patente. El conocimiento de ella era muy profundo. Un buen día, en mi juventud, le pregunté qué libro de ortopedia de patología del aparato locomotor debía comprar. Me contestó que él ya me dejaría uno. Lo hizo. ¿Sabéis cuál era? La conversación ficticia entre Marx y Bakunin. No me lo podía creer.

 

La bondad es un producto de la inteligencia

Un buen día, en medio de las inmensas charlas que tenía con el chef, me espetó: “la bondad es un producto de la inteligencia”. Discutimos horas. Yo no estaba de acuerdo. Después, y con los años, he modificado mi antiguo criterio. Tenía toda la razón.