La situación extraordinaria vivida los últimos meses, como consecuencia de la pandemia de Covid-19 y de la incertidumbre sobre cómo evolucionará en el futuro hasta que se alcance el control definitivo, ha obligado a modificar profundamente el funcionamiento de las facultades de Medicina, tanto en cuanto a la formación teórica y práctica del alumnado, como las evaluaciones y los trabajos prácticos, y ha tenido, pues, consecuencias sobre el aprendizaje del alumnado.

A pesar de algunas experiencias limitadas anteriores, las facultades de Medicina hemos entrado ahora de forma precipitada en el mundo de la docencia virtual. Este hecho, experimentado por toda la sociedad, no estaba planificado a esta escala ni por las instituciones universitarias ni por la mayoría del profesorado, el personal técnico y los alumnos. Asimismo, existe una gran preocupación por cómo puede impactar esta experiencia en el futuro de los planes docentes de las facultades y, en definitiva, en el aprendizaje de la profesión médica. Es importante hacer un análisis en profundidad, que huya ciertos tópicos que se han instalado recientemente en la sociedad, tales como que «la virtualidad ha venido para quedarse» o, en el otro extremo, que «la presencialidad en la enseñanza es intocable ». La docencia virtual y presencial no deben ser competidoras entre sí, sino que deben ser complementarias.

Todo apunta hacia un futuro en el que el uso habitual de la tecnología experimentado estos meses facilitará que algunas de las actividades docentes más teóricas puedan utilizar estas herramientas, que aún tienen que mejorar más en un futuro inmediato. También hay una opinión unánime que cualquiera de estos instrumentos no deben impedir el mantenimiento y el fortalecimiento de la comunicación personal, presencial y formativa entre profesorado y alumnado. La enseñanza de la Medicina moderna no se puede hacer, ni se debe hacer, siguiendo modelos de universidad a distancia.

No es acertada ni admisible la sustitución radical de la enseñanza compartido en las aulas o en los laboratorios para una formación a distancia «fundamentalista», tal como se está dejando sentir en algunos ámbitos. Habrá una progresiva adaptación que, si la situación del entorno lo permite, se deberá construir paso a paso sin eliminar componentes esenciales de la formación de un buen médico.

Formarse en Medicina implica el aprendizaje de un oficio que sigue siendo atractivo para nuestros jóvenes y que no se entiende en un entorno que suponga aún más limitación o la desaparición de las prácticas clínicas en los hospitales y centros de atención primaria, fundamentales para que este aprendizaje se haga en contacto con pacientes, familiares y profesionales. Pretender extrapolar la transformación digital de otros elementos formativos (congresos médicos, estancias y cursos de formación continua) a la formación holística necesaria de los médicos va en contra de demandas básicas que hace nuestra sociedad hacia la profesión médica: más empatía, mejor comunicación y más proximidad con los pacientes.

En cualquier escenario de futuro, el mantenimiento de las prácticas clínicas será uno de los indicadores del acierto en las decisiones que se tomen a partir de ahora. La experiencia en la formación en el grado de Medicina ha demostrado su bondad y es, por tanto, un elemento irrenunciable. Los avances en simulación clínica constituyen recursos fundamentales para la formación, pero nadie plantea que tengan que sustituir el aprendizaje junto a los pacientes.

La pandemia de Covid-19 ha sido un buen ejemplo. Cientos de alumnos de Medicina y de Enfermería vieron suspendidas súbitamente sus prácticas clínicas, pero pocos días después respondieron masivamente y solidariamente a la demanda de voluntarios para hacer de médicos o enfermeros (los que ya eran graduados), o para hacer tareas de apoyo (los alumnos de grado), junto a los profesionales que cada día se enfrentaban a la pandemia desde todos los ámbitos de nuestro sistema sanitario. Un orgullo y un ejemplo de los que queremos que sean nuestros médicos y médicas del futuro. La experiencia ha sido, sin duda, un aprendizaje valioso del oficio y de sus valores más fundamentales en una situación difícil.

Los alumnos han expresado claramente y de forma unánime su voluntad de seguir aprendiendo Medicina en contacto con la realidad asistencial de nuestro país. Quieren y deben aprender junto de los pacientes y de los profesionales cada día, asumiendo el mismo riesgo, en su caso, y con la misma protección que cualquiera de ellos. El alumnado de Medicina no es un problema hoy en nuestro sistema sanitario, sino una oportunidad para mañana. Si hoy lo tratamos como un problema, mañana será una oportunidad perdida.

La colaboración entre las facultades de Medicina de Cataluña debe permitir avanzar hacia el aprendizaje de la Medicina del futuro. Los decanos responsables de estas facultades, públicas y privadas, trabajamos juntos para intercambiar experiencias y hacemos causa común para analizar y preparar conjuntamente el futuro académico. Nuestra responsabilidad es mantener la calidad de la formación de médicos en estos tiempos difíciles. La sociedad a la que servimos así nos lo pide.

Barcelona, 10 de junio de 2020
Universidad de Lleida: Dra. Anna Casanovas

Universidad de Barcelona: Dr. Antoni Trilla

Universidad Autònoma de Barcelona: Dr. Vicent Fonollosa

Universidad Rovira i Virgili: Dr. Antoni Castro

Universitat Pompeu Fabra: Dr. Joaquim Gea

Universitat de Girona: Dr. Joan San

Universitat Internacional de Catalunya: Dr. Albert Balaguer

Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya: Dr. Ramon Pujol