En la Hispania Romana había un territorio de la provincia Tarraconense, ocupada por cántabros y astures, que todavía no estaba dominada por los romanos. Eso hizo que Octaviano, recién nombrado emperador Cesar Augusto, viniese personalmente para dirigir la conquista de aquellas tierras.

Desde las Galias marcha hacia Tarraco el invierno del año 27 aC y desde aquí emprende la marcha hacia tierras cántabras comandando tres legiones para reforzar las que ya estaban luchando en el territorio. La conquista era muy deseada por Roma porque significaba el control de toda la península hispana. Pero no fue fácil.

Augusto montó su campamento en Segisama y planteó la que sería la victoria total sobre los cántabros. Pero lejos que la guerra fuese por este camino, los contraataques de los montañeros que conocían el terreno y la dificultad en la llegada de las provisiones fueron desmoralizando al emperador. Augusto era un hombre hipocondríaco, supersticioso y débil de salud (a pesar de que vivió 77 años). A menudo tenía problemas respiratorios, alteraciones digestivas, enfermedades de la piel, artritis… Y un terror especial a los rayos y los truenos.

Se cree que fueron trastornos de origen hepático los que hicieron que Augusto se tuviera que apartar de las cuestiones bélicas y algunos historiadores también citan que un relámpago cayó cerca de él y mató un criado. Esto lo interpretó como un signo de mal augurio y aceleró la vuelta a Tarraco.

El viaje no fue bueno y la salud empeoraba. Los tratamientos de sus médicos de campaña, que se basaban en el calor y eran los habituales cuando no se conocían bien las causas de las enfermedades, no funcionaban. Consistían en la aplicación de cataplasmas calientes en lugares adoloridos, baños y comida caliente (sopas, caldos).

Augusto llega a Tarraco y se pone en manos del médico Antonio Musa. Se sabe que era de origen griego (probablemente esclavo que había obtenido la condición de liberto) y que tenía un hermano que también era médico, Euphorbo, con experiencia en terapias a base de extractos vegetales.

¿De dónde procedía Antonio Musa? Parece que era un médico acreditado en Tarraco, no se entendería que un emperador muy enfermo se pusiera en manos de un desconocido de la ciudad. Se descarta que Musa acompañase Augusto por tierras cántabras porque no había ninguna referencia de este hecho y en aquellos tiempos los médicos de las legiones acostumbraban a ser romanos. Los facultativos griegos trabajaban en las ciudades. Otra posibilidad es que Musa fuese un médico conocido de Augusto, que hubiese llegado a Tarraco desde las Galias y se hubiese quedado en la ciudad cuidando de Lívia y la familia.

Fuese como fuese, lo que nos interesa es la coincidencia de Augusto y Musa en Tarraco porque son la referencia –seguramente la primera documentada- de una actividad médica que tuvo una gran repercusión en todo el Imperio y que transformó la consideración social de la clase médica.

Musa cambió la orientación del tratamiento que se estaba aplicando y suple el calor por el frío: las compresas que se aplican al cuerpo son frías, los baños y la comida son fríos, especialmente, a base de verdura fresca. El paciente va mejorando poco a poco.

A Roma llegaban noticias contradictorias y muchos pensaban que el emperador había muerto en Tarraco. Él mismo, al sentirse gravemente enfermo, había iniciado la tarea de pensar en quien designaría como sucesor y comenzó a dictar su autobiografía testamentaria.

Por este motivo, el retorno a Roma acompañado de Antonio Musa –convertido en médico de confianza del emperador- fue un gran evento, interpretando que volvía victorioso de Hispania. Augusto estaba tan agradecido que le concedió la ciudadanía romana, le concedió el anillo de oro e hizo que el Senado lo liberara del pago de impuestos. También hizo que tanto él como todos los médicos fueran dignificados por la sociedad romana, estableciendo un primer código de regulación de la profesión médica y le hizo erigir una estatua a imagen de Esculapio a su lado en la Isla Tiberina.

El Colegio ha buscado posibles referencias de esta figura y las encontró en el Museo Vaticano. Allí encontramos la estatua de un joven con el cabello corto y rizado, sin barba y con el bastón y la serpiente característica de la medicina.  Hay quien considera que se trata de la figura de Esculapio joven. Sin embargo, si tenemos en cuenta que Augusto hizo una estatua a Musa a imagen de Esculapio –o sea, con los atributos del palo y la serpiente-, y que recomendó a los súbditos que le hicieran ofrendas en agradecimiento por haber curado a su emperador, parece que casi deificaron al médico.

¿La estatua que hay en el Vaticano es la que hizo erigir Augusto a Musa? No lo sabemos, pero no es ninguna barbaridad que pueda representar la divinidad, no de un Dios, sino de un médico. Un médico protagonista del acto médico más transcendente que haya pasado en nuestra ciudad.

Este año, el Colegio de Médicos de Tarragona celebra el 120 aniversario de su fundación y pensamos que este médico del siglo I aC. representa a todos aquellos que a lo largo de los siglos hemos procurado dignificar el ejercicio de la Medicina.

Una reproducción de la estatua del Museo Vaticano colocada en una plaza tarraconense situaría en nuestra ciudad un elemento más que enlaza con nuestro pasado romano. Y por ello es imprescindible la implicación de la Administración.  

Una historia, la del médico Antonio Musa, que debemos difundir e integrar dentro de nuestro patrimonio intangible.

 

Dr. Jaume Fontanet Torres

Ginecólogo jubilado y comisario del 120 aniversario del Colegio Oficial de Médicos de Tarragona