¿Los menores son personas autónomas respecto al cuidado de su salud?

Los menores son seres en desarrollo, por lo que progresivamente van elaborando competencias y capacidades para diferentes funciones, entre ellas las de la toma de decisiones, no solo en el ámbito de la salud sino también en muchas otras áreas de su vida.

 

¿Qué criterio se sigue para saber si un menor puede aceptar o rechazar una intervención médica de riesgo?

La toma de decisiones en el menor debe tener en cuenta múltiples variables. Por ejemplo, el grado de madurez del menor, su comprensión del proceso, la gravedad que supone la decisión y las consecuencias de la misma, la existencia o no de una relación de confianza menor-profesional-padres, la existencia o no de un entorno social protector…Algunos de estos factores pesan más o menos ante una decisión concreta, pero difícilmente se puede valorar un solo factor.

 

¿Qué papel juegan los padres o los tutores en situación de discrepancia con el menor? ¿A quién debe hacer caso el médico, a los padres o al menor?

Deben escucharse todas las partes e intentar llegar a un acuerdo. Los padres o tutores son los garantes de la salud del niño hasta los 18 años, pero este puede participar acorde con su madurez. Muchas veces no se trata de una decisión dicotómica sino de un proceso en el que deben intervenir todas las partes, pues todas las partes están afectadas.

 

¿El médico puede prescindir de la opinión de los padres si cree que la decisión que toman no es la conveniente para su hijo?

Como comenta el profesor Diego Gracia, los padres tienen el derecho y el deber de elegir aquello que consideren más beneficente para sus hijos, pero los profesionales (como garantes del Estado) deben velar para que aquello que elijan los padres no sea maleficente. Por ejemplo, el caso de la negativa de transfusión a un lactante hijo de padres testigos de Jehová.

 

¿Cómo puede un pediatra ayudar a un niño a afrontar la muerte de un familiar muy cercano (padres, hermano,…)? ¿Es un deber hacerlo?

Los pediatras son, con frecuencia, unos de los profesionales más cercanos a las familias, conocen a los niños desde el nacimiento y les acompañan en muchos de sus procesos durante el desarrollo. La pérdida de un ser querido significativo es uno de los acontecimientos más estresantes en la vida de un niño. Conocer el desarrollo de un duelo normal, aconsejar a las familias pautas de abordaje básico del duelo, puede realizarse desde pediatria. La gran mayoría de duelos en niños no van a requerir una intervención especializada, y con el apoyo de su entorno, guiados por profesionales, pueden elaborar el duelo.

 

¿Y la información al menor sobre su posible muerte en caso de patología grave, cómo abordarla?

Afrontar el tema de la gravedad y la muerte en un niño o adolescente es uno de los retos más difíciles de los pediatras. Actualmente, nos resulta dificil hablar en general de la muerte a los niños, hablar de la propia muerte es el “tabú de los tabús”.

Es importante el tiempo, la calma, escuchar al niño y sus inquietudes. Conocer qué es lo que exactamente desea conocer, qué es lo que ya sabe (muchos niños crónicos saben en qué parte del proceso se hallan), escuchar en los silencios y en las miradas de las familias, escuchar qué se pregunta pero qué se queda sin preguntar…

Por una parte, requiere altas habilidades relacionales y de comunicación, intentando respetar el ritmo tanto de los padres como del niño; pero, por otra, también requiere gran madurez por parte de los profesionales.