¿Qué sabemos de nuestro cerebro? ¿Cómo funciona? La Dra. María José Mas Salguero es médico especialista en pediatría y neuropediatría y desde hace años intenta descubrir los secretos mejor guardados de este órgano. Esta doctora realiza una gran tarea divulgativa con su premiado blog Neuronas en Crecimiento y acaba de publicar su primer libro La aventura de tu cerebro.

 

Afirmas que el neurodesarrollo es un viaje fascinante, ¿por qué?

Más que un viaje es una aventura. Verás, cuando hablamos de neurodesarrollo nos referimos al proceso por el que un recién nacido indefenso, que ni siquiera puede cambiar de postura por sí mismo, va siendo cada vez más capaz hasta convertirse en un adulto independiente.
¡Y empezó siendo una sola célula!
Esto es posible porque su cerebro va creciendo y madurando siguiendo un patrón común para todos los seres humanos, pero que se desarrolla de forma personal en cada uno de nosotros y nos hace únicos. La herencia genética establece qué características son propias de los humanos -el bipedismo, la oposición del pulgar o el habla, serían tres fundamentales- y luego el ambiente, la herencia cultural modula cómo cada uno de nosotros desarrolla esa característica -ser velocista profesional, comer con palillos o cual de los más de 6000 idiomas del mundo será tu lengua materna-. Por eso es una aventura, porque el plan de viaje se modifica según las experiencias que vas viviendo.
A mí me fascina lo variadísimos que somos los unos de los otros a pesar de que compartimos el 99,9% de nuestro genoma, es decir, tú y yo sólo nos diferenciamos en 25 de los 25.000 genes que se calcula que tenemos los humanos, ¡sólo en 25! Bueno, en 25 genes y en nuestra historia personal, claro, que visto así quizá tenga mucho más peso del que creemos. Es fascinante, ¿no crees?

¿Qué hizo que te interesases por esta especialidad?

Durante la carrera, que estudié en la Facultad de Reus, yo quería ser médico rural, como fue mi abuelo, José Miguel Mas Casamayor, pero a medida que avanzaba en mis estudios me di cuenta de que todo lo relacionado con el sistema nervioso me gustaba mucho y su estudio, como el de la pediatría, me interesaba más que otras materias, por eso hice el MIR de pediatría, en el Hospital Juan XXIII, con la idea de especializarme luego en neuropediatría en el Hospital San Juan de Dios de Barcelona. Y así lo hice.

 

Tu formación te ha llevado a vivir en distintos lugares del mundo. ¿Con qué te quedas de este período?

Siempre me gustó conocer el ejercicio de la medicina en otros países, así que de estudiante pasé unos meses en el Hospital Mayor de Milán y en el de Glostrup-Copenhague, durante el MIR estuve también en el Hospital infantil de Norfolk en el Estado de Virginia, en EEUU. Luego, a finales de 2010, cuando ya llevaba casi 16 años de pediatra y 12 de neuropediatra, quise ampliar mi formación en epilepsia infantil y pasé 9 meses en el Hospital infantil Necker de París, en el departamento de epilepsia y enfermedades infantiles raras.
Son experiencias muy positivas que te hacen crecer como profesional y como persona, cambian tu perspectiva del mundo y tus prioridades. En Italia casi no te sientes extranjero y en EEUU buscan sacar lo mejor de ti. En Dinamarca no juzgan tu estilo de vida pero son muy exigentes con tu nivel profesional. Cuando fui a Francia mis objetivos eran otros. Aprendí muchísimo puesto que estuve en un centro referente europeo, pude estudiar y atender a pacientes con enfermedades que difícilmente tienes ocasión de ver en otros lugares.
Mi experiencia global es de reafirmación profesional. En España hacemos muy buena medicina y como clínicos no tenemos nada que envidiar a otros países. Perdemos oportunidades de excelencia por la fragmentación del sistema de salud español que hace muy difícil generar centros nacionales de referencia porque estamos demasiado apegados a nuestro entorno territorial. Y te lo digo yo, que después de todo siempre he vuelto a Tarragona…

 

Tarragona dispone de unidades de neuropediatría gracias a tu trabajo. ¿Cómo fueron los inicios?

Llenos de ilusión y de ganas, a pesar de las dificultades para que se entendiera que la neuropediatría era muy necesaria para atender con calidad a los niños con problemas neurológicos.
Me empeñé mucho en que se tuviera en cuenta y poco a poco conseguí que fuera reconociéndose. Empecé creando la Unidad del Hospital Juan XXIII y después la del Pius Hospital de Valls. También di continuidad a la del Hospital Sant Joan de Reus y en 2011 creé la del Hospital Santa Tecla de Tarragona, donde trabajo actualmente y me siento muy satisfecha de haber conseguido la comprensión de los directores de la Xarxa Sanitaria y Social de Santa Tecla para que la atención a los problemas neurológicos y del neurodesarrollo esté articulada y coordinada entre el nivel hospitalario y el Centro de Desarrollo y Atención Precoz de Santa Tecla. Así los niños pueden ser atendidos de forma global, siendo más cómodo para las familias y más eficaz para el sistema.

 

¿Cuáles son los retos que presenta la neuropediatría en el Campo de Tarragona?

Los mismos que en el resto de España. El principal reto es que es una especialidad no reconocida por el Ministerio de Sanidad. Forma parte de las subespecialidades y de las áreas de capacitación de la especialidad de Pediatría y sus Áreas Específicas, pero no hay unos requisitos respladados por un título oficial para ejercerla. Esto hace que no todos los profesionales que atienden niños con problemas neurológicos tengan realmente la capacitación adecuada para hacerlo.
Por otra parte, La Sociedad Española de Neuropediatría tiene 450 socios, entre asociados y numerarios, que deben atender a una población de unos 7 millones de niños, de los que aproximadamente el 10% presentará problemas neurológicos.

 

La docencia es parte una fundamental de tu vida. ¿Qué les explicas a tus alumnos que no salga en los libros?

Intento transmitirles la importancia de la historia y la exploración clínicas en un mundo médico cada vez más tecnificado y alejado de la reflexión. Es muy importante conocer la fisiopatología de las enfermedades y la individualidad de los pacientes y esto solo se consigue «inclinándose en la cabecera de sus camas», que es de donde procede la palabra clínica.
En mi opinión esto es la esencia de la medicina, lo que nos hace iatré (ἰατρὲ – médico) en oposición a téchnē (τέχνη- técnico). Difícilmente comprenderemos al paciente y su enfermedad a través de una analítica, un electroencefalograma o una resonancia magnética.

 

La tecnología y la medicina van unidas. ¿Cómo surge la idea de crear un blog?

Surge como algo natural, cuando mis pacientes me preguntaban por información que habían encontrado en internet y yo iba a leerla. La mayoría de las veces ni siquiera estaba escrita por un médico y en otras ocasiones se trataba de artículos especializados que requieren una preparación científica para su comprensión. No había término medio, vaya.
Además, me encontraba que a menudo repetía una y otra vez las mismas cosas en consulta, así que entre unas cosas y otras decidí crear mi propio blog donde explicar los trastornos y enfermedades neurológicas de la infancia, pero también el neurodesarrollo normal.

 

Hace dos años Neuronas en crecimiento fue premiado como el mejor blog de salud por los prestigiosos premios Bitácoras. ¿Cuál es el secreto para lograr galardones como este?

Eso fue algo maravilloso. No sé cuál es el secreto, en serio, creo que ser natural y ofrecer lo que tienes a los demás da sus frutos, tanto en el mundo del blogging como en la vida real. Ganar el premio Bitácoras fue para mí una alegría inmensa.

 

 

¿Qué te preguntan los internautas?

Muchos buscan un consejo médico que, por razones éticas y legales, no puedo darles en esa plataforma. Sobre todo les interesan mucho cuestiones sobre neurodesarrollo y sobre los problemas más comunes de la neuropediatría: el autismo, el Trastorno por Déficit de Atención Hiperactividad (TDAH), la epilepsia, las cefaleas…

Y de internet al papel. La aventura de tu cerebro es tu primer libro. ¿Qué es lo que explicas en él?
Después de escribir muchas entradas en el blog (ahora mismo hay más de 500), pensé que quería escribir un libro, un libro sobre el neurodesarrollo. Suponía que sería difícil encontrar quien quisiera editarlo, pero entonces, como si me hubiera leído el pensamiento, la editorial Next Door Publishers, se puso en contacto conmigo. Querían que escribiese un libro para ellos y yo les propuse el tema. ¡Quedamos de acuerdo en 5 minutos!
He tenido libertad total para escribirlo y mucho apoyo de Next Door, especialmente de la directora editorial, Laura Morrón, que me acompañó durante todos los meses que me llevó la escritura y me hizo disfrutar mucho de la experiencia.
El libro narra la aventura de cualquiera de nosotros, desde la etapa del cigoto a la vida adulta y explica como discurre el neurodesarrollo. Sus distintas etapas y también los procesos biológicos que están detrás de la primera sonrisa, del logro que supone controlar nuestra postura, del aprendizaje del habla y del lenguaje o de la rebeldía de la adolescencia. Uso ejemplos y anécdotas históricas para acompañar esta íntima aventura, que no es solo biológica o psicológica, sino profundamente humana.

 

Un paseo desde los inicios a la edad adulta. ¿Cuál es el momento más importante de nuestro crecimiento?

No me atrevería a decir que un momento sea más importante que otro, aunque sí que hay momentos más críticos.
A diferencia de otros animales, los seres humanos nacemos con muy pocas habilidades ya maduras. Como he dicho antes, el recién nacido humano no puede ni tan solo cambiar de postura sin ayuda. Esta fragilidad, que podría parecer una desventaja, es en realidad de gran utilidad porque permite que esas capacidades comunes a todos los humanos se desarrollen en un medio concreto y así maduren adaptándose a ese medio y siendo entonces mucho más eficaces para tener éxito en él. Las personas crecemos en una cultura concreta y al alcanzar la edad adulta estamos perfectamente adaptadas a ella. Cuando queremos cambiar de lugar para vivir, las costumbres y el idioma del nuevo sitio pueden resultarnos complicadas de aprender, pero la enorme adaptabilidad de nuestro cerebro nos permite hacerlo sin demasiadas dificultades.
Esa ventajosa inmadurez del sistema nervioso del recién nacido, lo hace también más vulnerable y son quizá los tres primeros años de vida los más sensibles al entorno y los que deben suceder en un ambiente rico en estímulos que sea a la vez estable y seguro.

 

 

¿Sabemos todo lo que necesitamos saber sobre nuestro cerebro?

¡Ni mucho menos! Sabemos muy poco, en realidad. Para empezar el que estudia y el objeto de estudio es el mismo, es decir, el cerebro se estudia a sí mismo y eso dificulta mucho la tarea, es difícil mantener la objetividad.
Desconocemos los detalles celulares y moleculares de su arquitectura, la anatomía de sus circuitos y como hace para funcionar como un todo a pesar de tener áreas muy especializadas en tareas muy concretas. Una vez la persona ha fallecido podemos estudiar su histología, pero estudiar un cerebro en funcionamiento es muy difícil porque nuestro acceso al tejido nervioso, a su anatomía in vivo y a su función, es muy limitado todavía. Las técnicas de abordaje deben ser poco invasivas y preservar su integridad, ya que es frágil y sus lesiones irreversibles.
El misterio del lenguaje también nos trae de cabeza, ¿cómo surge? ¿Para qué sirve en realidad? ¿Es el elemento que articula las ideas y el funcionamiento cerebral? Un paso más allá tenemos la conciencia, tampoco sabemos cómo es posible que de la materia –el tejido cerebral– surja lo inmaterial, el pensamiento y la conciencia. No somos capaces de contestar qué es la conciencia ni qué relación tiene con el lenguaje, el movimiento, las emociones o la percepción. ¿Qué conciencia hay sin lenguaje? ¿Y con deficiencias perceptivas? Muchas preguntas y pocas respuestas.
El propio neurodesarrollo, su crecimiento y maduración, es también un estudio difícil por la gran variabilidad y nuestro desconocimiento de cómo realmente interactúan entre sí la genética y el ambiente.